Mediante la práctica de este ejercicio, el meditador aprende a recibir y gestionar la abundancia en primer lugar dentro de sí mismo. Desarrolla su capacidad de apreciar la vida con sencillez, en una actitud de corazón y altruismo para trascender la ilusión de la materia. Al desarrollar su naturaleza angélica, se enriquece infinitamente y descubre los secretos de la felicidad duradera.
(POYEL EMISIVO)