Durante la práctica de este ejercicio, el meditador aprende a volver al origen de sus necesidades y emociones. La posición arrodillada favorecerá el desarrollo de una hermosa flexibilidad a todos los niveles porque, a veces, el ser puede volverse demasiado duro consigo mismo o con los demás, cuando toma conciencia de ciertas distorsiones... El hecho de conectar la parte superior de la cabeza con el suelo estimula los centros superiores de conciencia. Con la misericordia y la bondad surgirán entendimientos más profundos. (VASARIAH RECEPTIVO)