Con este ejercicio nos liberamos de la parálisis que a veces nos impide actuar. Unificamos todo nuestro ser, desarrollando el deseo de ser cada vez más puros y auténticos. A través de estos movimientos, aceptamos experimentar la vida con la alegría, la ligereza, la flexibilidad y la adaptabilidad de un niño. Con esta frescura interior, podemos entonces transformar los recuerdos que aún nos congelan o nos vuelven rígidos... para una liberación suave y gozosa de nuestro ser. (HARIEL ÉMISSIF)