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El poder de las emociones

Un volcán entra en erupción repentinamente; un tsunami que arrasa con todo a su paso, o una bomba que explota... ¿Qué significaría si viéramos estos símbolos destructivos en un sueño? Sería una pesadilla bien intensa. Pero, ¿qué podría decirnos esta pesadilla sobre nuestro estado emocional? ¡¡¡Hmm!!! Seguro que te lo puedes imaginar. No auguraría un día tranquilo ni de calma ...
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Los sueños intensos

¿Cuál es el significado de soñar con una erupción volcánica, con una bomba que explota o un tsunami que arrasa con todo a su paso?
¿Será que estoy reteniendo emociones que ya no puedo contener?
¿Podrían estos símbolos materializarse en la vida real... y qué se puede hacer para evitarlo?

La manifestación de las emociones

Algo propio de las emociones es el gran poder que tienen tanto en lo positivo como en lo negativo. A veces parece como si pudieran arrasar todo a su paso como un torrente impetuoso, sin poder detenerlo. Podrían hacernos perder el control de nosotros mismos, como un tsunami, con todas las consecuencias que ello implica. Por ejemplo, la ira puede convertirse en violencia; la alegría y la espontaneidad pueden llevarnos a veces a ser demasiado exuberantes.

Por lo tanto, podemos llegar a tener miedo del alcance de nuestras emociones porque sabemos muy bien lo poderosas que son, e igualmente podemos tener miedo de las emociones de los demás. Un ejemplo de ello son las reacciones de algunas personas en un contexto social tenso, como en una manifestación que se sale de las manos, en la que incluso una persona sin antecedentes de violencia puede tener un comportamiento violento que nunca antes había mostrado. Es el típico "no sé qué me pasó... cogí una piedra y la tiré a una ventana para romperla..." Es un fenómeno muy conocido: la influencia que un grupo, una multitud, o el colectivo, puede tener sobre un individuo y llevarlo por un camino que tal vez no hubiera seguido por sí mismo.

Entonces, ¿por qué a veces es difícil expresar sus emociones?

Por eso, algunas personas evitarán sistemáticamente cualquier tipo de reunión, o lugares donde haya mucha gente, porque temen las poderosas reacciones emocionales de las multitudes y evitarán enfrentarse a ellas, también por miedo a sus propias reacciones. Ya hemos visto muchas veces, por ejemplo en los estadios de fútbol, la violencia entre hinchas que crea movimientos descontrolados de la multitud causando muchas víctimas. La emoción genera un impulso, es decir, el paso a la acción cuando surgen las memorias, o cuando las necesidades se vuelven incontrolables.

Cuando actuamos de forma irracional, por un "capricho" o un "antojo", conectamos con todos los recuerdos en los que vivimos una situación que odiábamos, reprimíamos, o en la que teníamos miedo, miedo por nosotros mismos o por el otro... En definitiva, una situación en la que nos sentíamos potencialmente en peligro... y las emociones llegarán a difuminar nuestra razón, nuestro sentido común. A menudo utilizamos expresiones como "No nos dejemos llevar" o "Mantengamos la cabeza fría" para simbolizar la actitud correcta que hay que adoptar para no dejarse atrapar por la intensidad emocional.

¿Por qué no debemos reprimir nuestras emociones?

El hecho de reprimir nuestras emociones puede funcionar durante un tiempo, pero la naturaleza profunda de las emociones es expresarse. Entonces, un día, la presión acumulada hace que la presa (u otro sistema puesto en marcha para retener las emociones) se rompa, y entonces experimentaremos consecuencias en nuestro cuerpo, en nuestra mente, porque ésta será su única salida... Podemos por ejemplo vivir una depresión, o tener manifestaciones fisiológicas o psicológicas, desarrollar enfermedades, etc... De ahí la importancia de aprender a gestionar bien nuestras emociones y no crear retenciones emocionales.

Para poder actuar en consecuencia, es importante discernir bien cómo nos sentimos. Para ello, tenemos que saber escuchar nuestras emociones sin reprimirlas. De esta manera, podemos reconectar profundamente con nosotros mismos y encontrar nuestra capacidad de interactuar inteligentemente, de empatizar con los demás, lejos de la fría indiferencia que a veces puede desarrollarse cuando se reprimen las emociones durante mucho tiempo, donde poco a poco nos apagamos en lugar de sentirnos vivos; porque las emociones son simplemente la vida, y reprimir las emociones es negarla.

Reconocer sus propias emociones significa ser inteligente emocionalmente, es decir, ser capaz de "expresar, comprender y gestionar sus emociones y percibir e interpretar las de los demás". La inteligencia emocional es un componente esencial de la salud mental. Desempeña un papel muy importante en el conocimiento de sí mismo y en la calidad de las relaciones con los demás.

El poder de las emociones

Tenemos la suerte de poder sentir, expresar y experimentar nuestras emociones. Nos permiten adaptarnos, preservarnos y tomar decisiones. Influyen en nuestro comportamiento. Si supiéramos acoger con naturalidad nuestras emociones y reconocer las de los demás, tendríamos muchos menos problemas en nuestras relaciones y en la sociedad en general.

Nuestras energías emocionales son una fuente ilimitada de poder, son el motor de nuestra evolución. Saber gestionarlas significa ser capaz de utilizar su formidable potencial para ponernos en movimiento, para motivar, inspirar, crear... en definitiva, para evolucionar.