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¿Es una buena idea luchar contra el mal?

La lucha contra el mal es un concepto que todos tenemos muy arraigado en nosotros. Es una forma de ver la vida y las pruebas que se nos ha inculcado desde tiempos inmemoriales. Incluso en algunas religiones, durante siglos, la noción del Bien siempre se ha opuesto al Mal. En nuestros libros escolares, estudiamos las guerras, las revivimos a través de las películas, pero también concretamente, en la actualidad de ciertos países del mundo y en nuevas formas propias del contexto y de las problemáticas modernas. Más allá de la escala colectiva, también en la esfera más íntima podemos sacar fuerzas para "luchar" contra la adversidad, a veces contra nuestra propia familia, nuestros padres, etc. Sin embargo, luchar contra el mal no es una buena idea. Ya sea por supervivencia, por venganza o por rechazo, esta forma de ver la vida nos limita, encerrándonos en dinámicas repetitivas y autodestructivas. Este es un artículo que nos ayuda a entender porqué esta actitud es limitante y cómo cambiarla sin avalar ni validar las dinámicas negativas.
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Luchar : Reforzar nuestra propia negatividad

Lo negativo, ya sea vivido a través de una experiencia externa o interna (voces en nuestra cabeza, pensamientos intrusivos, etc.) pondrá en juego memorias inconscientes que resuenan con más o menos fuerza con este negativo. La lucha contra este negativo tendrá el efecto de reforzar el mal que llevamos en nuestra memoria inconsciente. Cuanto más luchamos y más rechazamos, más las dinámicas que nos perturban vuelven a nuestra vida en diferentes formas e incluso aumentan con el tiempo.

En una situación concreta, al elegir luchar para resolver una situación mediante la violencia física en lugar de llamar a la policía, permitiremos necesariamente que el mal se reproduzca, alimentando sus aspectos negativos. La violencia atrae a la violencia, porque actuamos exactamente igual que lo que nos molesta, permitimos que el mal se alimente de nuestra propia actitud, y esto lo refuerza.

En la esfera intelectual, a nivel de nuestros pensamientos e intenciones, el funcionamiento es el mismo. En el trabajo, si nos peleamos metafísicamente con nuestros compañeros porque no soportamos sus críticas, sus habituales murmullos, alimentaremos sus aspectos negativos, y esto seguirá reproduciéndose de forma esquemática y perpetua. Siempre escucharemos más críticas y siempre se nos pedirá que entremos en esta dinámica.

El verdadero valor es transformarse a sí mismo

Lo mismo ocurre cuando se oye a personas con enfermedades "luchando" por la recuperación o "combatiendo" su enfermedad. Da una impresión de fuerza, de coraje, y es cierto que el coraje es necesario, pero no en la lucha... sino en la aceptación, la comprensión, la transformación. Y eso requiere mucho valor. Porque el mal es un mensajero que quiere decirnos algo, hacernos cambiar nuestras costumbres, nuestra visión de una situación, de una persona. El mal nos habla cuando sabemos analizarlo y comprenderlo. Y transformarnos ante el mal que nos sucede, cuestionarnos, ver lo que tenemos que mejorar y aceptar cambiar, eso es el verdadero valor.

Combatir el mal es una solución fácil, si se quiere, porque significa considerar que lo negativo y malo están afuera, que no es "uno mismo". De este modo, no tenemos que cambiar, no tenemos que cuestionarnos. Es una forma de protección contra el cambio y la mejora. Luchar contra el mal es básicamente luchar contra uno mismo. Luchar contra lo que la vida nos pone en el camino para evolucionar.

Pero, ¿cómo podemos aceptar el mal sin trivializarlo, cómo podemos encontrar la afirmación adecuada? Esto requiere comprensión. Tenemos miedo, huimos o rechazamos lo que no entendemos en profundidad. No importa lo que luchemos, siempre volverá a nosotros, porque el Cielo nos presenta nuestros aspectos negativos para que podamos identificarlos dentro de nosotros mismos y transformarlos.


La comprensión a través de la Ley de la Resonancia

Todos los días nos enfrentamos a muchas situaciones que nos perturban, a veces con mayor o menor intensidad, hasta el punto que nos rebelamos profundamente según el tipo de palabras o acciones que presenciemos.

La Ley de la Resonancia expresa un principio sencillo: atraemos y resonamos con lo que somos, tanto en lo positivo como en lo negativo, tanto en nuestras cualidades como en nuestros defectos. Es un hecho científico que los elementos de la misma frecuencia vibratoria vibran juntos.

A través de la Ley de la Resonancia, comprendemos que todo el mal que vemos está en realidad ahí para permitirnos aprender de nosotros mismos, para trascenderlo desarrollando nuestras cualidades. El mal es educativo, eso es un hecho absoluto. Sólo existe para permitirnos tomar conciencia de las partes ocultas de nosotros mismos y desarrollar cualidades. El mal está al servicio del bien...

Retomando el ejemplo de los compañeros de trabajo que critican a diario, aplicando la Ley de la Resonancia, nos preguntamos cuándo podemos ser críticos con nosotros mismos, o con los demás a veces. Esto es lo que ocurre cuando estamos en ebullición interna porque oímos a nuestro colega criticar, quejarse durante largas horas. Interiormente, nosotros mismos estamos criticando y quejándonos de nuestro colega, estamos reproduciendo la misma frecuencia vibratoria. O bien, si no le criticamos en ese momento, resuena con partes de nosotros mismos que pueden haber criticado en el pasado y que todavía se encuentran en nuestro inconsciente, esperando ser limpiadas.

Usar las resonancias para aprender y crecer

Vivimos las situaciones de acuerdo con lo que somos profundamente, con lo que tenemos que aprender para evolucionar hacia lo mejor de nosotros mismos. Cuando entendamos esto en profundidad, utilizamos cada una de estas situaciones "perturbadoras" para volver a nosotros mismos, para identificar lo negativo que hay en nosotros, y lo transformamos. De este modo, evolucionamos de acuerdo con nuestros valores y según el ritmo de evolución de los demás. Y finalmente, nuestra conciencia cambia positivamente, y nuestro entorno también, acorde con nosotros mismos, con nuestras vibraciones, nuestras cualidades y nuestros defectos en transformación.